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Cartagena de Indias y las Islas Rosario, Colombia
Después de semanas de usar varias capas de ropa de invierno, llegamos a Cartagena, Colombia, a las 10:00 pm al calor húmedo del verano Caribeño. Nos quitamos las chamarras y cogimos un taxi con rumbo del centro histórico de Cartagena, localizado dentro de la vieja muralla del periodo colonial. La muralla fue construida debido a que mucho oro salía de Cartagena con rumbo a Europa y la ciudad era atacada por piratas continuamente.
El taxi se estacionó frente a una simple puerta de madera donde una pequeña mujer colombiana nos estaba esperando. Atravesamos la puerta hacia una hermosa casa colonial. Aunque estaba obscuro e iluminado con velas y pequeñas lámparas a lo largo del pasillo, pudimos ver que la casa tenia un hermoso jardín tropical en el centro del patio. El pasillo de azulejo daba vuelta hacia la izquierda donde una escalera nos llevaba al segundo piso y a nuestro cuarto.
Al día siguiente nos levantamos con el sonido de la lluvia, resultado de la alta humedad. Llovía fuerte así que nos tomamos nuestro tiempo bañándonos y arreglándonos, para después bajar a la orilla del patio para el desayuno, un VERDADERO desayuno con un plato de fruta fresca incluyendo sandia, melón, papaya, piña, plátano y mango; una canasta llena de pan fresco; cereal y la opción de huevos, hotcakes, o pan Frances. Comimos observando el jardín que habíamos medio visto la noche anterior. Algunas plantas llegaban hasta el balcón del segundo piso.
Después del desayuno nos reunimos con Lucy, la dueña de este Hermosa casa de huéspedes, para platicar nuestro viaje a las Islas del Rosario, a las orillas de la costa de Colombia. Al sentarnos con ella en el cuarto frente a la calle, un guía turístico toco a su ventana para pedirle una tarjeta de su casa de huéspedes, para compartirla con su grupo de turistas, pero fue mas que claro para mi que solo te puedes hospedar en este lugar si algún otro huésped te recomienda. Juan Pablo se quedo aquí hace siete años después de haber sido recomendado por un amigo así fue como nosotros estamos “in”. Después quedar sorprendidos con el precio de las opciones de transporte y hospedaje en las islas, decidimos pensarlo y ver otras opciones.
La lluvia paro así que dejamos la tranquilidad de la casa de Lucy y nos aventuramos entre las calles empedradas de Cartagena, llenas de vendedores de fruta en cada esquina y de gente local caminando hacia su trabajo o el mercado. Impresionada con la arquitectura y la cantidad de hermosos balcones e inmediatamente me sentí como si estuviera en una película, “el Amor en los Tiempos de Cólera” para ser específica.
Después de una parada rápida en el mercado para comprar agua, sedi a la tentación y compre unas bananas en unos de los carritos. Caminamos hasta que encontramos la plaza con la Iglesia de San Pedro Claver, donde sentamos brevemente a descansar. No habíamos caminado mucho pero la humedad ya empezaba afectarnos.
Desde esta pequeña plaza, caminamos hacia la Catedral, con una parada en el Parque de Bolívar a comer nuestros plátanos. El parque localizado en una pequeña plaza estaba lleno de locales de la tercera edad disfrutando de la sombra. Del otro lado de la plaza estaba la Catedral, pero estaba cerrada por lo que tomamos unas fotos del exterior.
Seguimos nuestro camino por las calles y no muy lejos encontramos la plaza Santo Domingo donde está una escultura de una gordita descansando en su costado, del famoso pintor y escultor colombiano Botero. En el camino tome por lo menos una docena de fotos de los balcones que salen a la calle. Nos sentamos en la plaza a comer el almuerzo, el típico platillo, pescado (blanco), arroz con coco, ensalada y patacones.
Ansiosos de saber si alguno de los resorts que habíamos mandado correo electrónico por la mañana había respondido, regresamos a casa de Lucy. No teníamos respuesta de ninguno, así que buscamos mas opciones, alguna que nos alcanzara (recuerden que tenemos un presupuesto limitado). Juan hizo algunas llamadas y al final cogimos un taxi a una agencia de viajes a contratar el paseo y el alojamiento. Otra caminata por la ciudad antigua nos llevo hasta la India de Cartagena y después a una heladería, horas más tarde seguimos vagando en busca de algo para cenar.
Al día siguiente nos levantamos temprano para caminar al puerto donde tomamos la embarcación a las islas. Caía una ligera lluvia y el cielo estaba lleno de nubes grises, que amenazaban nuestro tiempo de playa en el resort. Para cuando llegamos a nuestro pequeño oasis en la costa de Cartagena, la lluvia había parado.
Antes de que regresara la lluvia alcanzamos a meternos un rato a la piscina, comer el tradicional almuerzo, y pasar un tiempo en la pequeña franja de arena enfrente del resort que llaman playa. Por la tarde fuí en busca de la Laguna Encantada. En realidad es un pequeña bahía a un lado del resort pero los árboles torcidos generaban un sentimiento de misterio.
El sol empezó ha ocultarse, pero no pudimos ver mucho de los colores del atardecer por las nubes.
Para cuando regresamos de la Laguna Encantada, todo estaba en silencio. Aquellos quísolo vinieron por un día ya se habían ido, por lo que solo quedaban dos parejas mas y Juan Pablo y yo. Regresamos a nuestro cuarto para bañarnos antes de la cena pero descubrimos que aunque según nosotros nos estábamos quedando en un resort, no es lo mismo un resort en Colombia a lo que nosotros conocemos. No había agua caliente. Cuando llamamos para preguntar, nos informaron que no había agua caliente en el complejo porque no tienen calentadores. Si hay aire acondicionado, pero no hay agua caliente.
Por la mañana el siguiente día el cielo esta gris, pero después del desayuno el sol ya había salido. Salimos a la arena y nos metimos al mar.
Uno de los locales que vendía collares nos dijo de una playa no muy lejos, que según él estaba mas bonita, así que entre el almuerzo y la hora de partida de regreso a Cartagena, nos aventuramos por entre los árboles en una vereda que nos llevó al otro lado de la isla. Tuvimos suficiente tiempo para echarle un vistazo, nada especial, y regresar.
Cuando caminábamos del puerto a casa de Lucy, nos topamos con un grupo de danzantes en la plaza que está a un lado de la torre del reloj. Los vimos por un rato hasta que empezó a llover.
Era nuestra ultima noche en Colombia, pero como los restaurantes tradicionales en el centro histórico son bastante caros, terminamos en un pequeño restaurante argentino. La mañana siguiente despertamos muy temprano para coger el vuelo de regreso. El vuelo original era a las 9:00 am pero cuando llegamos al aeropuerto (a las 7:00 am) nos dimos cuenta que lo habían cambiado a las 7:50 am. Apenas llegamos hacer el check in antes de que cerraran el vuelo.
La primera parte de nuestro viaje, América del Sur, llegaba a su fin; pero no sin una pequeña aventura mas. Al pasar seguridad, me sacaron de la fila y me dijeron que fuera al cuarto de arriba y espera. Una chica güera dejando Colombia con rumbo a las Estados Unidos, que es lo que quieren conmigo? De repente un dejavou de Claire Danes en la película Broke Down Palace paso por mi mente. Para aquellos que no han visto esta película, Claire Danes es acusada de trafico de drogas y mandado a una prisión en Tailandia. Al llegar al cuarto de arriba me pidieron que firmara una forma donde daba mi consentimiento para que me hicieran una radiografía para asegurarse que no traía drogas dentro de mi. Claro que no traía nada por lo que me mandaron abordar. Juan Pablo también fue mandado al cuarto de arriba para la radiografía. Fuimos los últimos en abordar el avión rumbo a Ciudad Panamá, luego a Houston y luego a San Francisco, con una parada mas para Juan Pablo al “cuartito” (el pequeño cuarto de inmigración de Estados Unidos) en Houston.
Cartagena de Indias and the Rosario Islands, Colombia
After weeks of wearing layers upon layers of winter clothing, we arrived to Cartagena, Colombia, at 10:00pm to the humid heat of a Caribbean summer. We peeled off our jackets and caught a taxi to the historic center of Cartagena, located inside old stone walls from the colonial period. The stone walls were erected due to the fact that there was so much gold leaving from Cartagena to Europe and the city was often attacked by pirates.
The taxi pulled up to a simple wooden door where a small Colombian woman was waiting for us. We walked through the door into a beautiful colonial house. Although it was dark and lit by candles and small lamps along the hall, we could see that the house had a beautiful tropical garden in the center courtyard. The tiled hallway turned to the left and led us upstairs to our room.
We woke up the next day to the sound of rain, a result of such high humidity. The rain came down quite hard so we took our time getting showered and dressed and then headed downstairs to the edge of the courtyard for breakfast, a REAL breakfast complete with a plate of fresh fruit including watermelon, cantaloupe, papaya, pineapple, banana, and mango; a basket of fresh bread; cereal; and a choice of eggs, pancakes, or French toast. We ate overlooking the garden we had a glimpse of the night before. Some of the plants reached up to the balcony of the second floor.
After breakfast we met with Lucy, the owner of this beautiful bed and breakfast, to discuss options for a trip to the Islas del Rosario (islands) off the coast of Colombia. As we sat in the front room with her, a tour guide knocked on the window and asked for a business card to share with his tour group, but it became apparent to me that one only stays in this place if another guest has recommended you. Juan Pablo had stayed here seven years ago after a friend had recommended him so we had our “in.” Taken aback a bit by the prices of the transport and accommodation on the islands, we decided to think about it and look for other options.
It had stopped raining so we left the tranquility of Lucy’s and ventured out into the cobblestone streets of Cartagena, bustling with fruit vendors on each corner and locals walking the streets to work or to the market. I was impressed with the architecture and plethora of beautiful balconies, and immediately felt like I was in a movie, “Love in the Time of Cholera” to be specific.
After stopping in a market for water, I gave into temptation and bought some bananas from a street cart. We walked until we found a plaza with a church, San Pedro Claver, where we briefly sat down to rest. We hadn’t walked that far but the humidity was beginning to take its toll.
From this small plaza, we headed toward the Cathedral, stopping first in the Parque de Bolivar to eat our bananas. The park was in a small square and full of old locals enjoying the shade of the trees. Across the way was the Cathedral, but it was closed so we took some photos of the exterior and surrounding architecture.
Not far down the road was Plaza Santo Domingo with a sculpture of one of Botero’s fat ladies (Botero is a famous Colombian painter and sculptor). On the way I must have taken at least a dozen photos of the balconies that line the streets here. We sat for lunch in the plaza and ate a typical dish: white fish, coconut rice, salad and patacones (fried plantain).
Eager to see if one of the resorts we had emailed earlier in the morning had responded, we headed back to Lucy’s to check our email. No response, so we searched some more for an island getaway we could afford. Juan made some phone calls and then we took a taxi to the office to book our trip. Another stroll in the old quarter led us to the India de Cartagena, and an ice-cream shop of course, and then a few hours later, we roamed the streets in search of dinner.
The next day we got up early to walk to the port to take the boat to the islands. It was sprinkling and the sky was full of dark clouds, threatening our beach time at the resort. By the time we reached our little oasis off the coast of Cartagena, the rain had stopped.
Before the rain returned we managed to go for a dip in the pool, eat a traditional lunch, and spend some time on the small strip of sand in front of the resort they called a beach. Later in the afternoon I went in search for Laguna Encantada (enchanted lagoon). Really it was just a bay beside the resort but it had an eerie feel due to the twisting trees upon entering.
The sun began to set but we only got a glimpse of the colored sky due to the clouds.
By this time, the resort was very quiet. Those that had come on the day trip to the island had left and there were just two other couples in addition to Juan Pablo and I on our side of the island. We headed back to our room to shower for dinner but soon found out that although we thought we were staying on an island resort, the term resort is not quite the same in Colombia as it is back home. There was no hot water in the shower. When we called to ask about it, we were informed that there was no hot water on the entire island because they don’t have water heaters. Air conditioning yes, but hot water no.
The next day we awoke to another grey sky, but after breakfast, the sun came out. We headed down to the sand and got in the water for a swim.
One of the locals selling necklaces told us about another beach not far away so after lunch and just before boarding the boat back to Cartagena, we ventured out of the resort and into the trees on a path that led us to the other side of the island. We had just enough time to take a peek at the view and head back.
As we walked from the port to Lucy’s, we came across a group of dancers in the plaza beside the clock tower. We stood to watch for a while until it began to rain.
It was our last night in Colombia, but since the traditional restaurants in the historic part of town were all quite expensive, we ended up at a small Argentine eatery. The next morning we woke up early to catch our flight. The flight was originally at 9:00 am but upon arrival to the airport (at 7:00 am), we found out that it had been changed and was leaving now at 7:50 am. We made it just in time to check in before they closed the flight.