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Calcuta
Aterrizamos en Calcuta como a la 1:00 am. El chofer, que el hotel donde habíamos hecho reservación mando, estaba esperándonos con un letrero. Cogimos nuestras mochilas y seguimos al chofer hacia fuera. A pesar de que era la mitad de la noche, fuera del aeropuerto había bastante gente. El aeropuerto por dentro y por fuera se quedo en los 70's.
Yo estaba emocionado, nunca he estado en India y es uno de los países que más me ilusionaban de este viaje. El taxi donde nos subimos parecía de los 60's, pero pronto nos dimos cuenta que así son todos los taxis. Salimos del estacionamiento, la calles estaban casi vacías, solo había algunos coches y personas andando y muchos coches estacionados hasta en doble fila.
Desde mi punto de vista la ciudad no se veía tan sucia como esperaba; la Flaca dice que si había bastante basura. A pesar de que llegamos de noche, la ciudad me estaba dando buena vibra; me sentía como si hubiera llegado a un lugar conocido. La Flaca dice que es porque entre mas caótico, mas me gustan los lugares.
Llegamos al hotel y de atrás del mostrador se despertó un amigo para registrarnos. Entre que se rascaba la panza y se acomodaba la camisa, busco nuestra reservación y saco copia a nuestros pasaportes (procedimiento común en India), y entre bostezos, nos dio la llave y nos indico como subir al cuarto.
Era un cuarto muy, pero muy básico. Tenia dos camas individuales, bastante pequeñas, y un par de ventanas pegadas al techo y con barrotes. Sacamos nuestros forros para dormir (que son sacos de tela que se usan dentro del saco de dormir; nosotros los usamos sin saco de dormir porque hace mucho calor, pero sirven para no tener que dormir en sabanas o colchones sucios) porque las sabanas no se veían muy limpias. Lo bueno fue que la Flaca escogió el hotel, si no ya estuviera pateándome el trasero para que a esta hora buscara otro lugar donde quedarnos.
Como a las 8:00 am, apareció la Ivonne. Ivonne es nuestra amiga mexicana que vive en San Diego y que nos va acompañar por tres semanas en India. Estamos muy contentos de verla, es casi hermana de los dos y ya la extrañábamos. Lo malo fue que su mochila no llego; al parecer se quedo en Londres.
Primer comentario de la Ivonne, por cierto muy atinado, “¿Porque nos estamos quedando en el hospital psiquiátrico?” En ese momento decidimos buscar uno mejor para la siguiente noche.
Nos bañamos y salimos a comprar los boletos de tren para nuestro siguiente destino, New Jalpaiguri, donde vamos a encontrarnos con tía Savita, la mamá de Swati, la amiga de la Flaca que tiene familiares en India. Durante los siguientes 10 días, vamos a viajar con ella [tía Savita] y con uno de sus hermanos y su esposa en Darjeeling y Sikkim en el noroeste de India.
Fuimos a la estación de tren solo para que nos informaran que ahí no vendían boletos, teníamos que ir a otro edificio. Cogimos otro taxi que nos dejo en la dirección adecuada. Yo salí a buscar una tarjeta SIM para el teléfono móvil, lo cual fue puro tiempo perdido porque aparentemente en India necesitas copia de pasaporte, visa, fotos y recomendación de tu maestra de kinder para que te vendan una tarjeta SIM prepago. Regrese donde estaban la Flaca e Ivonne, ya con boletos en mano, y nos fuimos a buscar la oficina de turismo haber si ahí nos podían informar como activar el teléfono.
Coger un taxi o tuk tuk en Calcuta es una aventura. Para empezar, hay que negociar el precio, que generalmente es la mitad de lo que el chofer quiere. Luego, te subes y no hay reglas para conducir. La líneas divisoras de los carriles no sirven, bueno los carriles no sirven de nada. Al parecer lo único que importa es usar el claxon/bocina del vehículo o bici que se este conduciendo para avisar que vas a pasar. Es un caos en el que participan autos, motos, bicicletas, camiones y gente empujando carritos. Es increíble.
Por las siguientes dos horas buscamos un lugar con menos requisitos para comprar una tarjeta SIM prepago para el celular y cambiar dinero. Al final, tuve que dar copia del pasaporte, de la visa, de mi licencia de conducir de México y la dirección y teléfono de un contacto en India. Dinero no pudimos cambiar porque resulto que era un día festivo y los bancos y casas de cambio estaban cerradas. Cansados de dar vueltas y con hambre, buscamos un restaurante donde comimos nuestra primera comida hindú.
La primera comida hindú resulto muy buena y pudimos pedir algo sin picante para la Flaca. Del restaurante, nos fuimos al mercado para que la Ivonne se comprara algunas cosas, ya que su maleta no aparecía.
Cuando ya caía la noche, fuimos al hospital psiquiátrico por nuestras maletas, y nos fuimos a otro hotel en una zona mas turística y con mucha mejor apariencia. Dejamos maletas y nos fuimos a cenar a otro restaurante hindú. Resulto ser un restaurante que los locales aprecian mucho, ya que estaba lleno y no había casi nadie que no fuera hindú. La comida tenía muy buen sabor, pero tenia mucha grasa.
Por la mañana, después de un rato de Internet, caminamos hacia la casa donde vivió la Madre Teresa de Calcuta. El recorrido fue interesante, intenso y real. Nos mostró un barrio con muchos niños, un barrio sonriente, pero también gris, con mucha basura y pobre, donde la vida no es fácil. Mientras caminábamos, tuvimos que preguntar, “Donde está la casa de la Madre?” como era conocida la Madre Teresa de Calcuta (en México, hubiéramos llegado a la basílica de la Virgen Guadalupe), en un par de ocasiones solo para confirmar que íbamos en la dirección correcta.
Al llegar a la casa de la Madre, nos comunicaron que estaba cerrada por la hora del almuerzo, así que decidimos hacerlo lo mismo para aprovechar el tiempo y regresar por la tarde. Cogimos un tuk tuk para ir a comer a una pizzería; según el chofer si sabía donde estaba el lugar, y después de manejar por unos 20 minutos nos dijo, “Aquí los dejo por que hay mucho tráfico pero solo esta a una cuadra de aquí.” O sorpresa, básicamente nos llevo en círculos y nos dejo igual de lejos que donde nos recogió. Aprendimos la lección, a la mala: no pagar hasta que nos dejen en el lugar adecuado. Tuvimos que caminar otra media hora.
Con panza bien llena por la pizza, decidimos ir al edificio Victoria Memorial que esta rodeado por un gran parque. Inaugurado en 1921, es, en la actualidad, el edificio más prominente y fino de la ciudad. Alberga un museo de arte en el que se pueden admirar pinturas y estatuas de diferentes personalidades de la historia de India, especialmente relacionados con la ciudad de Calcuta.
Como estábamos un poco apretados de tiempo, decidimos solo entrar a conocer y dar una vuelta por los jardines, que con un estanque, extensas áreas de pasto y jardineras con muchas flores, rodeaban el edificio.
Cogimos un taxi para que nos llevara de regreso a la “casa de la Madre” y esta vez si pudimos entrar. Las calles en Calcuta son intensas. El tráfico es masivo y viene por todos lados; es increíble que no haya mas accidentes. Pero lo mejor es la gente que en colectivos llenos, en tuk tuk o como vaya, siempre nos regala una sonrisa cuando nos ven.
La Madre Teresa de Calcuta, Agnes Gonxha Bojaxhiu, nació en 1910 en Albania. Fue una monja Católica que en 1950 fundó la congregación de los Misioneras de la Caridad. Por mas de 45 años, atendió y dedicó la mayoría de las horas de su día a los enfermos, pobres, huérfanos y convalecientes. Mientras el resto del tiempo, lo enfocaba en guiar y expander a los Misioneras de la Caridad, en India y el resto del mundo. En los 70's, ya era conocida a nivel mundial y en 1979 gano el premio Nobel de la Paz. En 1980, gano la Bharat Ratna, que es la mayor condecoración que puede obtener un ciudadano civil en India. Cuando murió, en 1997, las Misioneras de la Caridad ya operaban 610 misiones en 123 países.
Vimos una exposición que describe la historia de su vida con fotos y algunas cartas. Además cuenta de forma cronológica la formación y expansión de las Misioneras de la Caridad. El salón continuo donde todos los días celebran misa y descansan los restos de la Madre en un mausoleo de mármol, completamente blanco, en el que, al parecer, nunca faltan flores. Por último vimos el cuarto que fue su habitación. Una cama muy angosta, la cual se ve muy incomoda, y una pequeña mesa eran todos los muebles que decoraban su habitación. Fue una visita inspiradora.
Regresamos al hotel, recogimos mochilas, y cogimos un taxi a la estación de tren. Según nosotros habíamos comprado boletos para segunda clase y aire acondicionado, pero no tardamos más de un minuto en darnos cuenta de que hubo una gran confusión al comprar los boletos. Estábamos en la clase “sleeper” donde hay 6 camas en cada sección o compartimento (una arriba de la otra) y sin aire acondicionado. Los tres concluimos que esta clase tiene la apariencia de cárcel, empezando por los barrotes en las ventanas.
Al empezar atar cabos, nos dimos cuenta que solo habíamos pagado cuatro dólares (cada uno) por los boletos. Aún en India, cuatro dólares no alcanzan para un viaje de 10 horas con aire acondicionado.
Lo tomamos como la primera de las muchas confusiones que vamos a vivir en India. No hubo mas que reírnos, sacar los forros para dormir, y tratamos de dormir lo más posible.
Kolkata
We landed in Kolkata at around 1:00 am. The driver, sent by the hotel where we had made a reservation, was waiting for us with a sign. We grabbed our backpacks and followed the driver outside. Even though it was the middle of the night, there were quite a lot of people outside the airport. The airport inside and out was stuck in the 70’s.
I was excited, I have never been to India and this is one of the countries that I had most anticipated on this trip. The taxi that we got into looked as if it was from the 60’s, but soon we realized that all the taxis are like this. We left the parking lot, the streets were empty, there were only a few cars and people walking and a lot of double parked cars.
From my point of view, the city didn’t look as dirty as I expected; la Flaca says that there was quite a bit of garbage. Although we arrived at night, the city was giving me a good vibe; I felt as if I had arrived to a place I knew. La Flaca says that it is because the more chaotic it is, the more I like a place.
We arrived to the hotel and from behind the counter, a guy awoke and stood up to check us in. As he scratched his stomach and straightened his shirt, he found our reservation and made a copy of our passports (common practice in India), and between yawns, he gave us the key and indicated to us how to find our room.
It was a very, but very basic room. It had two twin beds, quite small, and a pair of windows up near the ceiling with bars. We took out our cocoons to sleep (which are sleeping bag liners; we used them without a sleeping bag because it was hot, but they prevented us from having to sleep on dirty sheets) because the sheets didn’t look very clean. The good thing was that la Flaca chose the hotel, if not she would have been kicking me to go find another place to stay at this time of night.
At about 8:00 am, Ivonne appeared. Ivonne is our Mexican friend that lives in San Diego and who is going to accompany us for three weeks in India. We are very happy to see her, she is practically a sister to the two of us and we missed her. The bad thing was that her backpack didn’t arrive; it appears to have stayed in London.
Ivonne’s first comment, which actually was very appropriate, “Why are we staying in the mental institution?” At this moment we decided to look for a better hotel for the next night.
We showered and went out to buy the train tickets for our next destination, New Jalpaiguri, where we were going to meet Auntie Savita, Swati’s mom, la Flaca’s friend who has family in India. During the next 10 days, we are going to travel with her (Auntie Savita) and with one of her brothers and his wife to Darjeeling and Sikkim in the Northeast of India.
We went to the train station just for them to inform us that they didn’t sell tickets there, we had to go to another building. We took another taxi that this time left us in the right place. I went out to look for a SIM card for the cell phone, which was a waste of time because apparently in India you need a copy of your passport, visa, photos and a recommendation from your kindergarten teacher in order for them to sell you a prepaid SIM card. I returned to where la Flaca and Ivonne were, already with train tickets in their hand, and we went to find the tourist office to see if they could help us figure out how to activate our phone.
To get a taxi or tuk tuk in Kolkata is an adventure. To begin with, you need to negotiate the price, which generally is half of what the driver originally asks for. Then, you get in and there aren’t any driving rules. The dividing lines for each lane don’t matter, better said the lanes aren’t there for any reason. Apparently, the only thing that matters is you must use the horn of the car or bicycle that you are driving to let the others know that you are going to pass through. It’s a chaos in which cars, motorcycles, bicycles, buses and people pushing carts take part. It’s incredible.
For the next two hours we looked for a place with less requirements to buy a prepaid SIM card for the phone and to change money. In the end, I had to give a copy of my passport, of the visa, of my Mexican driver’s license and the address and phone number of a contact in India. We weren’t able to change any money because it turned out that it was a holiday and the banks and currency exchange places were closed. Tired of going in circles and hungry, we looked for a restaurant where we ate our first Indian meal.
The first Indian meal turned out to be very good and we were able to ask for something non-spicy for la Flaca. From the restaurant, we went to a market so Ivonne could buy some things, since her luggage had not arrived.
When the night fell, we went to the mental institution for our luggage, and went to the other hotel in an area that looked better and more tourist-friendly. We left our bags and went to dinner at another Indian restaurant. It turned out to be a restaurant that the locals seem to appreciate, since it was full and there wasn’t anyone there that wasn’t Indian. The food had great flavor, but it had a lot of oil.
In the morning, after a while on the Internet, we walked to the house where Mother Theresa lived. The journey was interesting, intense and real. It showed us a neighborhood with a lot of children, a neighborhood that was happy, but also grey, with a lot of garbage and poverty, where life is not easy. As we walked, we had to ask, “Where is Mother’s House?” as Mother Theresa’s place was known (in Mexico, we would have arrived to the Basilica of the Lady of Guadalupe) on a few occasions just to confirm we were going in the right direction.
Upon arrival to Mother’s House, they told us that it was closed for lunch, so we decided to do the same to take advantage of our time and return in the afternoon. We took a tuk tuk to go and eat at a pizzeria; according to the driver he know where it was, and after driving for about 20 minutes he said, “I’ll leave you here because there is a lot of traffic and it’s only one block from here.” Surprise, basically he took us in circles and left us just as far from where he had picked us up. We learned our lesson, the bad way: don’t pay until they leave you in the right place. We had to walk for another half hour.
With full stomachs from the pizza, we decided to go to the Victoria Memorial building, which is surrounded by a large park. Inaugurated in 1921, it is, in the present day, the most prominent and finest building in the city. It houses a museum of art where you can admire paintings and statues of different historical figures in India, particularly those related to the city of Kolkata.
Since we were a little pressed for time, we decided to only enter to see and walk around through the gardens, which with a pond, extensive lawns and many flowers, surround the building.
We got a taxi to take us back to Mother’s House and this time we were able to enter. The streets of Kolkata are intense. The traffic is massive and comes from all directions; it’s incredible that there aren’t more accidents. The best part is that the people in buses, in tuk tuks or however they are traveling, they always smile at us when they see us.
Mother Theresa of Kolkata, Agnes Gonxha Bojaxhiu, was born in Albania in 1910. She was a Catholic nun who in 1950 founded the Missionaries of Charity. For more than 45 years, she served and dedicated the majority of the hours in her day to the sick, the poor, the orphans and convalescents. While the rest of her time, she focused on guiding and expanding the Missionaries of Charity, in India and in the rest of the world. In the 70’s, she was already known around the world and in 1979 she won the Nobel Peace Prize. In 1980, she was awarded the Bharat Ratna, the highest honor awarded to a civil citizen in India. When she died, in 1997, the Missionaries of Charity was operating in 610 missions in 123 countries.
We saw an exposition that described the history of her life with photos and some letters. In addition, it tells the story in chronological order, of the formation and expansion of the Missionaries of Charity. The room opened up to where they celebrate mass everyday and where Mother Theresa’s remains are kept in a marble mausoleum, completely white, and on which, it appeared, there were never flowers missing. At the end, we saw the room that was where she slept. A very narrow bed, which looked very uncomfortable, and a small table were the only pieces of furniture that adorned her room. It was an inspiring visit.
We returned to the hotel, got our backpacks, and took a taxi to the train station. We had thought that we had bought tickets for second class with air conditioning, but it didn’t take more than a minute to realize that there was some confusion when we bought the tickets. We were in “sleeper” class where there were 6 beds in each section (one on top of the other) and without air conditioning. The three of us concluded that this class looked like a prison, starting with the bars on the windows.
After thinking about it, we realized that we had only paid four dollars (each) for the tickets. Even in India, four dollars doesn’t get you a trip of 10 hours with air conditioning.
We took this as the first of many misunderstandings that we were going to experience in India. There wasn’t anything else we could do but laugh, take out our cocoons, and try to sleep as much as possible.