Friday, November 26, 2010

New Zealand - Kaikoura


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Kaikoura

La levantada estuvo fuerte. Había que estar muy temprano en el puerto para registrarnos en el ferry y anoche nos habíamos desvelado celebrando a la Flaca, así que sufrimos un poco cuando sonó el despertador.

Salimos del Holiday Park y después de medio perdernos y dar una vuelta en U donde no debía, llegamos al puerto. Nos registramos y en unos minutos ya estábamos entrando al barco. El acceso fue por la proa.


Cerramos el Cheapo y buscamos lugar en los pisos de arriba del ferry donde hay una cafetería, restaurante, bar y sillones reclinables. La Flaca se puso hacer tarea (del curso para ser maestra de ingles que esta tomando) y yo me puse hacer cuentas y revisar el presupuesto.

Hacia mucho viento, tanto como el día anterior, por lo que supusimos que el viaje de tres horas iba a estar movidito. Tan pronto como el ferry soltó amarras y cogió rumbo al sur, la Flaca (que sufre de mareos y cavernas pulmonares en embarcaciones) tuvo que buscar un asiento con ventanita para ver al horizonte y sobrellevar el viaje lo mejor posible.

Al llegar a Picton, que era nuestro destino, bajamos al Cheapo y salimos por la popa del barco. Paramos en el mercado para comprar algunas cosas para almorzar y cogimos rumbo hacia la costa este, hacia el Pacifico.

Una hora y media de carretera y nos encontramos con el océano Pacifico y unos paisajes increíbles: el cielo azul, el océano entre azul y verde, la arena obscura y las montanas nevadas.


Además el clima era diferente: el cielo casi despejado, excepto por dos o tres pequeñas nubes, el sol brillaba, como no la había hecho desde que llegamos a Nueva Zelanda, y dejaba sentirse. Por primera vez pudimos andar en camisa de manga corta y bajar las ventanas del Cheapo.

Esta noche nos íbamos a quedar en una granja a unos 40 kilómetros de Kaikoura. Ahí nos encontraríamos con Chris y Christiane. Siguiendo las instrucciones que Chris nos había mandado, dejamos la carretera para seguir un camino de tierra que nos fue alejando del océano y metiéndonos entre las montañas.



Los paisajes siguieron siendo increíbles; solo cambiamos el azul-verde del mar por el verde de las colinas y de los árboles, y ahora veíamos el otro lado de las montañas. Había muchas granjas con borregos.



Al llegar a donde era nuestro punto de reunión, estábamos un poco confundidos porque había unas cuatro o cinco casas, pero no sabíamos con exactitud cual era la que nos hospedaría. Como habíamos quedado de vernos con Chris y Christiane alrededor de las 3:00 pm, esperamos un rato, pero como a las 3:30 decidimos irnos hasta Kaikoura y mas tarde regresar.

Salimos a la carretera principal y con cada curva, con cada colina, un nuevo paisaje aparecía, un nuevo ángulo para ver el océano o las montañas.


Al llegar a Kaikoura, nos dirigimos al centro de información para visitantes, el cual a las 4:15 pm ya estaba cerrado. Pero, una señorita que todavía estaba dentro nos abrió la puerta y nos dio, en un minuto, información sobre una caminata alrededor de la península de Kaikoura. Decidimos hacerla mañana por la mañana.

No era nada nuevo que los lugares cierren a las 4:00 pm; hemos encontrado en muchas pequeñas ciudades turísticas, tanto en Australia como en Nueva Zelanda, que muchas tiendas, restaurantes y cafés cierran a las 4:00 pm. Como dice el esposo de Suzanne, “Si es un buen día abren y cierran a las 4:00 pm; si no es un buen día ni siquiera abren.”

Del centro de visitantes, nos fuimos a un cibercafé a terminar los arreglos de nuestros días en Abel Tasman, donde pensamos acampar un día cerca de la playa. Al terminar de aquí, iniciamos nuestro camino de vuelta a la casa donde nos hospedaremos.


A claro que no nos hospedamos dentro de la casa; solo nos estacionamos en el predio de la casa. Esto es como parte de una pequeña organización que iniciaron una pareja de Neozelandeses. La organización se llama Native Parks (Parques Nativos).

El fin es que la gente cuando viaja dentro de Nueva Zelanda en campervan, tenga oportunidad de conocer gente de este país (costumbres y tradiciones) y quedarse en sus predios (jardín, garaje, etc). Chris y Christiane forman parte de esta organización. Nosotros no pudimos registrarnos porque el requisito es que el campervan tenga baño y el Cheapo no tiene; cuando quisimos cambiar a uno con baño ya no había.

En fin, regresamos a la zona donde estaban las cinco casas, donde íbamos a pasar la noche, y en una de ellas estaba un señor afuera. Después de preguntarle direcciones, resulto que justo ahí era. Nos indico donde estacionarnos y nos invito a pasar a conocer a su esposa y a tomar te o café. Chris y Christiane todavía no llegaban.

Tomamos café y platicamos con el señor y la señora por un buen rato. Les platicamos de donde éramos, de nuestro viaje alrededor del mundo, y ellos nos platicaron que sus dos hijos estaban en EUA y tenían planes de ir a México y Perú. Cuando la tripa de ellos y la nuestra empezó a rugir, indicándonos que era hora de la cena, dimos las gracias y nos fuimos a calentar algo de comer al Cheapo.

Después de cenar aparecieron Chris y Christiane. Hubo una confusión en los correos electrónicos que nos enviamos y ellos nos estaban esperando en el centro de información para visitantes en Kaikoura, y como no habíamos llegado se había quedado a cenar el pueblo.

Sacaron una botella de vino y nosotros unas galletas y nos pusimos a platicar de los últimos meses, ya que desde San Pedro de Atacama (Chile) que no nos veíamos. La platica nos llevo hasta pasada la media noche.

Al día siguiente después de desayunar, salimos con rumbo a Kaikoura para hacer la caminata de la península.

Estacionamos los campervans en el centro de información para visitantes y salimos rumbo a Punta Kean (Point Kean) que es donde nos habían informado que estaba una familia de focas.

Caminamos a lo largo de la calle, mas adelante nos metimos a la playa, y cuando las rocas o la marea ya no nos lo permitían, regresábamos a la calle.

Una vez en Punta Kean vimos varias focas. Estaban ahí muy tranquilas disfrutando del sol; unas hasta dormidas estaban.

En esta zona la marea estaba baja, así que se podía caminar entre las piedras.




De regreso, un puesto donde vendían sándwiches de pescado nos llamo la atención porque el olor era buenísimo, así que decidimos comprar unos sándwiches para comer al llegar al campervan. Cuando ya faltaba como un kilómetro para llegar al campervan, empezó hacer mucho viento y cayo un poco de lluvia.


Las nubes se veían muy amenazadoras; parecía que la tormenta iba a estar fuertísima.


Así que nos despedimos de Chris y Christiane, que se tenia que ir para encontrarse con otros amigos en Christchurch. Los veremos de nuevo en Bali ya que estaremos ahí en las mismas fechas.

La Flaca y yo nos quedamos comiendo nuestros sándwiches en una banquita viendo el paisaje.


Después de comer, paramos en el cibercafé para llamar a Jucy, la compañía donde rentamos el Cheapo; teníamos que reportar que el espejo retrovisor del lado del co-piloto había volado. Como lo leen, el viento fue tan fuerte que se llevo el espejo.

Iniciamos nuestro camino hacia Abel Tasman. Tomamos la carretera de la costa hacia el norte y aquí fue donde nos agarro la tormenta. El viento soplaba con tal magnitud que levantaba el agua del océano y la aventaba contras los coches. Nunca, ni la Flaca ni yo, habíamos visto algo similar.

El Cheapo se movía de un lado a otro de la carretera. La Flaca iba agarrada hasta con las uñas y yo agarrado del volante con todas mis fuerzas para tratar de mantener el campervan en el carril adecuado. Lo único que queríamos era salir de esa carretera y meternos entre las montañas, para que estas nos cubrieran del viento.

Cuando por fin nos adentramos entre las montañas los dos nos relajamos. La Flaca tardo como 3.2 segundos en empezar a cabecear y 10 segundos en caer dormida. A mi no me quedaba de otra mas que seguir bien despierto.

Llegamos al Holiday Park en Marahau, Abel Tasman, ya de noche, así que nos estacionamos donde encontramos lugar y nos dispusimos a cocinar la cena y preparar nuestras cosas para acampar en el parque nacional Abel Tasman.


Kaikoura

Getting up was difficult. We had to be at the port very early to check in for the ferry and last night we were up late celebrating la Flaca’s birthday, so we suffered a bit when the alarm went off.

We left the Holiday Park and after half getting lost and making a U turn where I wasn’t supposed to, we arrived at the port. We checked in and in a few minutes we were entering the boat. We entered through the bow of the boat.


We locked up el Cheapo and found a place upstairs in the ferry where there was a café, restaurant, bar and reclining seats. La Flaca started some homework (for the English teaching course she is taking) and I started working on bills and reviewing our budget.

There was a lot of wind, like the day before, so we expected the journey for the next three hours to have quite a bit of movement. As soon as the ferry left the port toward the South, la Flaca (who suffers from motion sickness on boats) had to find a seat near a window to watch the horizon and survive the trip as best she could.

Upon arrival to Picton, our destination, we went down to el Cheapo and left through the stern of the boat. We stopped in a market to buy some things for lunch and began our journey toward the East Coast, toward the Pacific.

An hour and a half on the road and we saw the Pacific Ocean as well as some incredible scenery: the blue sky, the blue and green ocean, the dark sand, and the snowy mountains.


The weather was also different: the sky was almost clear except for two or three small clouds, the sun was shining, like it has not been since we arrived to New Zealand, and we could feel it. For the first time we could walk around with short sleeves and roll down the windows of el Cheapo.

Tonight we were going to stay on a farm about 25 miles from Kaikoura. We would meet up with Chris and Christiane. Following the directions that Chris had sent us, we left the highway to follow a dirt road that took us away from the ocean and between the mountains.



The scenery continued to be incredible; it only changed from the blue-green of the ocean to the green of the hills and trees, and now we saw the other side of the mountains. There were many farms with sheep.



As we arrived to our meeting point, we were a little confused because there were about four or five houses, but we didn’t know exactly which one would be taking us in. Since we had agreed to meet Chris and Christiane around 3:00 pm, we waited a bit, but at about 3:30 we decided to go into Kaikoura and return later.

We reached the main highway and with each curve, around each hill, a new landscape appeared, a new angle of the ocean and the mountains.


Upon arrival to Kaikoura, we went toward the tourist information center, that which was already closed at 4:15 pm. But, a woman that was still inside opened the door for us and gave us, in a minute, information about a walk around the Kaikoura peninsula. We decided we would do it tomorrow in the morning.

It was nothing new that places closed at 4:00 pm; we have found that in many small tourist towns, in New Zealand just as in Australia, many stores, restaurants and cafes close at 4:00 pm. As Suzanne’s husband says, “On a good day they open and then close at 4:00 pm; if it’s not a good day they don’t even open.”

From the visitor’s center, we went to a cybercafé to finish some arrangements for our days in Abel Tasman, where we were thinking of camping one day near the beach. Once we finished here, we started our way back to the house where we’d stay the night.


To clarify, we weren’t going to stay inside the house; we were only going to park on the owner’s land. This place is part of a small organization that was started by a pair of New Zealanders. The organization is called Native Parks.

The objective is for people who are traveling through New Zealand in a campervan, to have the opportunity to get to know people from this country (their customs and traditions) and stay on their land (garden, garage, etc). Chris and Christiane became a part of this organization. We were not able to register because the requirement is that your campervan has a bathroom and el Cheapo doesn’t; when we wanted to change to one with a bathroom there were no longer any available.

Anyway, we returned to the area where the five houses were, where we’d spend the night, and in front of one of the houses a man was outside. After asking him, it turned out it was right here. He showed us where to park and invited us inside to meet his wife and have tea or coffee. Chris and Christiane had not yet arrived.

We had coffee and talked with the man and woman for a while. We told them about where we were from, about our trip around the world, and they told us that their two sons were in the USA and had plans of going to Mexico and Peru. When their stomachs and ours began to make noises indicating that it was time for dinner, we said thank you and went outside to warm up something to eat in el Cheapo.

After dinner Chris and Christiane showed up. There was some confusion in the emails that we sent each other and they were waiting for us at the visitor’s center in Kaikoura, and when we had not arrived they stayed in town for dinner.

They brought out a bottle of wine and we brought out some cookies and we began to talk about the last few months; it has been since San Pedro de Atacama (Chile) that we’d seen each other. The conversation took us past midnight.

The next day after breakfast, we left toward Kaikoura to take the walk around the peninsula.

We parked our campervans at the visitor’s center and walked toward Point Kean, which is where they had informed us that there was a family of seals.

We walked along the road, further ahead we went onto the beach, and when the rocks or the tide wouldn’t allow us to continue, we returned to the street.

Once at Point Kean, we saw seals. They were there very tranquil enjoying the sun; some were sleeping.


The tide was low in this area, so we could walk between the rocks.


On our way back, there was a stand selling fish sandwiches that caught our attention because it smelled wonderful, so we decided to buy some sandwiches to eat once we got back to the campervan. When there was about half a mile left to reach the campervan, the wind began to blow hard and a bit of rain began to fall.


The clouds looked very threatening; it appeared that the storm was going to be very strong.


So we said goodbye to Chris and Christiane, who had to go to meet some other friends in Christchurch. We would see them in Bali because we’d be there on the same dates.


La Flaca and I stayed behind eating our sandwiches on a small bench looking at the scenery.



After eating, we stopped in the cybercafé to call Jucy, the company where we rented el Cheapo; we had to report that the passenger side rear view mirror had flown away. As you read, the wind was so strong that it took the mirror.

We started our journey toward Abel Tasman. We took the highway along the coast to the north and here is where the storm caught us. The wind blew with such a force that it lifted the water from the ocean into the air and toward the cars. Never have la Flaca or I seen anything like this.

El Cheapo moved from one side of the road to the other. La Flaca was holding on with her fingernails and I was holding the steering wheel with all my strength to try to keep the campervan in the correct lane. The only thing we wanted was to leave this road and go between the mountains.

When we finally went in between the mountains we relaxed. It took La Flaca about 3.2 seconds to begin to nod off and 10 seconds to fall asleep. For me, I had no other choice but to stay awake.

We arrived to the Holiday Park in Marahau, Abel Tasman, at night, so we parked where we could find a place and we started to make dinner and prepare our things to camp in Abel Tasman National Park.

Wednesday, November 24, 2010

New Zealand - Wellington


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Wellington

Dejamos Waitomo rumbo a la capital de Nueva Zelanda, Wellington. El recorrido fue largo, no solo porque esta lejos, pero también porque tomamos la carretera que corre a lo largo del mar de Tasmania con la intención de ver el volcán Taranaki.

Este volcán se hizo famoso por la película el Ultimo Samurai, ya que aquí fue donde la filmaron. Escogieron este monte por su parecido con el Monte Fuji.

Al salir de Waitomo ya estaba lloviznando, y conforme fuimos acercándonos a la costa, empezaron las fuertes ráfagas de viento. La lluvia era intermitente y en algunos lugares pudimos bajarnos a tomar algunas fotos, pero el viento era constante.



Así fuimos avanzando hasta llegar a New Plymouth donde pudimos confirmar lo que ya presentíamos. No podríamos ver el volcán. Una señorita del centro de información turística nos dio la noticia de que una nueva tormenta había llegado por lo que la era imposible ver el volcán.

Lo mismo que ayer. Dos días de intentos frustrados por ver las montañas. A dos días de cruzar a la isla sur, lo único que esperábamos era que el clima estuviera mejor, y aunque el pronostico no era muy bueno, tratamos de mantenernos con actitud positiva.

Con el animo un poco golpeado, seguimos nuestro camino. Después de la noticia que recibimos en el centro turístico, modificamos nuestra ruta para acortar el tiempo; dejamos la carretera que corre a lo largo de la costa, conocida como la “Surf Highway,” y nos fuimos hacia el centro.

Pasamos por algunos pequeños poblados y muchas granjas, y ya cuando el sol empezaba a ocultarse llegamos a Wellington. Encontramos nuestro Holiday Park, que para efectos prácticos era el estacionamiento de un hotel, clara muestra de que estábamos en la ciudad.
Como ya era tarde para cuando terminamos de instalarnos y la fiera, digo la Flaca, ya traía hambre, prepare la cena y planeamos nuestro día en Wellington y nuestra primer parada en la isla sur donde veríamos a Christiane y Chris, la pareja de ingleses que conocimos en Brasil y vimos en Argentina y Chile también.

Por la mañana, nos arreglamos, prepare pan Frances y cogimos el colectivo al centro de la ciudad. Al bajarnos, caminamos hacia funicular/tren que nos subió a los jardines botánicos desde donde disfrutamos la vista de la bahía.


Una vez arriba, decidimos caminar de regreso para disfrutar mejor de los jardines y las vistas. Pasamos por un jardín lleno de Tulipanes, otro lleno de cactus, vimos otros jardines y árboles muy bonitos y para variar, el jardín de rosas estaba vacío. En todos lados donde hemos visitado jardines de rosas nos han tocado sin una sola rosa.


Así seguimos el camino sinuoso de la bajada. El viento frío y muy fuerte ha seguido acompañándoos, por lo que para el almuerzo tuvimos que probar varias banquitas hasta que encontramos una donde el viento casi no se sentía.


Regresamos a la ciudad y seguimos nuestro camino rumbo al mar; pasamos frente al edificio del parlamento y por fin llegamos a la orilla del mar. Caminamos un poco entre los viejos muelles donde están los almacenes que han sido convertidos en restaurantes, revisamos el menú de algunos para ver si a la Flaca le agradaba alguno para cenar hoy y celebrar su cumpleaños.


Seguimos nuestro camino por las calles de Wellington hasta que llegamos al museo Te Papa (Nuestro Lugar) que alberga una exhibición Maori muy grande. Aquí conocimos el detalle del primer tratado que firmaron los Maori con la Corona Británica y como hubo algunas problemas ya que algunas temas importantes del tratado se perdieron en la traducción (a propósito o no, no se sabe).

Al dejar el museo, ya estaba obscuro pero todavía era temprano para cenar, por lo que buscamos un café para pasar algunas horas. Encontramos uno interesante y donde nos recomendaron un restaurante turco para cenar. También aquí la Flaca se comió su pastel de chocolate. Ella no puede comer chocolate por su problema intestinal y había sido muy estricta en todo el viaje, pero por su cumpleaños rompió la dieta. Estaba con sonrisa de oreja a oreja.

El restaurante turco, Istanbul, estuvo muy bueno. Nos hicieron esperar un poco pero un par de bebidas gratis ayudaron a que la espera fuera placentera. Una bailarina de Belly dance amenizo la noche. Al final, la Flaca estaba contenta de haber pospuesto la celebración de sus 30 hasta esa noche y eso era lo importante.

Regresamos al Cheapo y nos preparamos para el día de mañana coger el ferry a la isla sur.


Wellington

We left Waitomo headed toward the capital of New Zealand, Wellington. The journey was long, not only because it’s far, but also because we took the road that runs along the Tasmanian Sea with the intention of seeing Mt. Taranaki.

This volcano was made famous by the movie The Last Samurai, since it was filmed there. They chose this mountain because of its likeness to Mt. Fuji.

As we left Waitomo it was already sprinkling, and as we got closer to the coast, the strong gusts of wind began. The rain was intermittent and in some places we were able to get out and take photos, but the wind was constant.



This is how it went until we reached New Plymouth where we were able to confirm what we had anticipated. We could not see the volcano. A lady from the tourist information center gave us the news that a new storm had arrived so it would be impossible to see the volcano.

The same as yesterday. Two days of frustrating intents to see the mountains. Two days from crossing to the South, the only thing we were hoping for was for the weather to improve, and although the forecast was not very good, we tried to maintain a positive attitude.

With our spirits a bit knocked down, we continued on our journey. After the news that we received from the tourist office, we modified our route to cut down the time; we left the highway that runs along the coast, known as the Surf Highway, and we went inland.

We passed through some small towns and many farms, and when the sun began to set we arrived to Wellington. We found our Holiday Park, which for practical reason was a parking lot of a hotel, clear sign that we are now in the city.

Since it was late by the time we settled in and the wild animal, I mean la Flaca, was hungry, I prepared dinner and we planned our day in Wellington and our first stop on the South Island where we’d see Christiane and Chris, the English couple we met in Brazil and have also seen in Argentina and Chile.

In the morning, we got ready, I prepared French toast and we caught the bus downtown. Upon getting off the bus, we walked toward the funicular that took us up to the botanical gardens from where we enjoyed a view of the bay.


Once up at the top, we decided to walk our way back down to better enjoy the garden and the views. We passed through a garden of tulips, another full of cacti, we saw other very pretty gardens and trees and for a change, the rose garden was empty. In all the places we have visited rose gardens we have not seen one single rose.


We continued the windy descending path. The cold and very strong winds have continued to accompany us, so much so that for lunch we had to try various benches until we found one where we almost couldn’t feel the wind.


We returned to the city and continued our path toward the ocean; we passed in front of the Parliament building and finally arrived at the edge of the water. We walked a little among the old wharfs where there are warehouses that have been converted into restaurants, we reviewed the menu of a few to see if la Flaca liked any for dinner today and to celebrate her birthday.


We continued our path through the streets of Wellington until we reached the Te Papa (Our Place) Museum that houses a very large Maori exhibit. Here we saw the details of the first treaty that the Maori signed with the British Crown and how there were some problems since some important themes of the treaty were lost in translation (on purpose or not, it is not known).

Upon leaving the museum, it was already dark but it was still too early to eat dinner, so we found a café to spend a few hours. We found an interesting one where they recommended a Turkish restaurant for dinner. La Flaca also ate a piece of chocolate cake here. She can’t have chocolate due to her intestinal problems and she has been very strict throughout the trip, but for her birthday she broke the diet. She had a smile from ear to ear.

The Turkish restaurant, Istanbul, was very good. They made us wait a little but a couple of free drinks helped make the wait pleasant. A belly dancer made the night. At the end, la Flaca was happy to have postponed her 30th birthday celebration to this night and that is what’s important.

We returned to el Cheapo and got ready for tomorrow to take the ferry to the South Island.